Esta noche me apetece escribirte las palabras más bonitas que tus ojos puedan leer, me apetece escribirte la canción más bonita que tus oídos puedan escuchar, pero el problema es que no sé como empezar.
El papel está en blanco y empezar a ensuciarlo, es el miedo más grande que tiene cualquiera que vaya a escribir; porque una vez empezado a rellenarlo se puede acabar convirtiendo en la mierda más grande jamás vista por cualquiera.
Sí, es sacrificado esto de ser escritor y la cosa se complica mucho más cuando todavía no tienes una musa fija a quien dedicárselo, porque estoy cansado de enamorarme cada tarde de la primera que pasa, de la primera que veo en la tele, la primera que me sorprende con su mirada, con sus ojos, con su voz. Aquella que me da un abrazo sin yo pedírselo o aquella que simplemente me hace un tímido saludo cuando me ve por la calle. Con todas esas que pasan me he imaginado como sería el resto de mi vida junto a ellas, y como sería el estar ahora mismo acurrucado en la cama junto a ti, en lugar de estar sentando en una fría silla, al calor de un radiador.
La soledad es dura, pero nos hace fuertes, nos hace creer en la esperanza y en que nada es imposible si uno se lo propone.
La vida está llena de mierda no se puede negar, pero uno ya ha visto tanta que se acaba acostumbrando. Nada nos sorprende, y eso es malo, hemos perdido el miedo al miedo, y eso nos hace fuertes, pero a la misma vez nos hace débiles porque no sabemos como reaccionaremos ante la decisión más importante que tomaremos en nuestra vida. Y esa está ahí, cada día, al salir por la puerta y al dar el primer paso a la calle. La vida nos pone a prueba cada día y eso es una realidad, cada día nos hacemos más viejos, pero a la misma vez más sabios. Aunque una y otra vez seguiremos tropezando con la misma piedra.
Mientras tanto aquí sigo yo, viendo como la vida pasa y tropezando una vez más, tantas y tantas veces que ya perdí la cuenta, la cuenta y el control. Es una mierda, sin duda, pero parece que poco a poco voy aprendiendo.
En fin, esto debería ser una carta de amor para ti, para aquella que me estás esperando tumbada en la cama, soñando conmigo, o esperando en alguna barra del bar. Mi consejo es que esperes, o que vengas, porque yo también te estoy esperando a ti, y esas palabras que decía al principio no las diré en público, te las diré en persona, al oído, y una vez que te las diga no podrás escapar de mi lado, te lo prometo.
Pedro David Dato
Prometeo