Un trastazo insalvable que sufrió me ha hecho recurrir a mi primer teléfono o celular, como dirían los sudamericanos, un siemens M55 de la edad de piedra.
El caso es que tras un par de meses de inactividad he vuelto a entrenar al fútbol sala, a pegarme esas caminatas eternas para llegar al pabellón y sin teléfono con el que ir escuchando mi música.
Pensaba que iba a ser horrible, pero no, es así. Bajo tranquilamente silbando, cantando y pensando.. sobre todo pensando.
Vas por la calle, fijándote en lo buena que está una tía, en lo gorda que está otra o en lo gilipollas que es ese tío.
Y sigues pensando, ves a esa gente, esos viejos parloteando de los toros, esas mujeres hablando del cotilleo o de la telenovela o ese tío que pasa por tu lado corriendo con los cascos puestos, y es cuando te acuerdas de que a ti no te funcionan, que sigues solísimo por la calle, y que no tienes a tus Red Hot, System o incluso la radio, la única música que escuchas es cuando aparece el coche de la publicidad anunciado las rebajas en la floristería.
Tu cara refleja una sensación de empanamiento bestial, ahora eres tú el centro de las miradas, al que miran las viejas chismosas cuando pasas, el que unos niños te lanzan un balón que pasa a centímetros de tu rostro y ni te inmutas... Así hasta que llegas a tu destino, el camino se te ha pasado en 0, y la mente se te empieza a activar con forme vas viendo a la gente, esa gente que también ha bajado andando como tú, esa gente con sus preocupaciones, problemas, esa gente que se calienta la cabeza, al igual que tú.
Pedro David Dato
Sin rumbo ni dirección
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